domingo, 28 de octubre de 2007

LA AFIRMACIÓN DE CADA INSTANTE

Es el reencuentro, con mucho, la ocasión para presentar lo mejor de cada uno e invitar al recuerdo y la nostalgia a la fiesta de lo nuevo. La excusa, si acaso, para deslizarse por la experiencia de lo vivido, no de la memoria. Con esta intervención en el Centro Cultural del Matadero de Huesca, el escultor Moisés Gil quiere presentarnos su último trabajo en una suerte de reencuentro con gentes y lugares con los que mantuvo una estrecha relación allá por los años 80 y a los que ha tenido presentes desde su Cocentaina natal. Lugar este, en el que reside y desarrolla la actividad escultórica. En aquel período, este escultor (hoy titular del Departamento de Escultura de la UPV) ejerció su magisterio como profesor de Talla en Piedra y Madera en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de esta ciudad, que hoy le brinda la posibilidad de mostrar su quehacer plástico.

Para dibujar una semblanza de este escultor deberíamos contar con lápiz ágil y mano diestra, que diera cuenta de sus más de treinta exhibiciones individuales y no menos de cien colectivas en menos de veinte años. Esta cuantificación nos presenta, a bote pronto, un personaje tremendamente prolífico, con una capacidad de trabajo implementada por la variedad de registros y materiales empleados en la configuración de su obra.

Como todo creador, Moisés Gil tiene sus períodos de especificidad técnica y temática que le han procurado su universo particular. Una cuestión en absoluto relativa al estilo pero que ciertamente sustenta los criterios que generan su poética. Así pues, como bien apunta el crítico de arte J. A. Blasco Carrascosa en su brillante texto a propósito de la exposición que nuestro artista realizara en el museo Barjola del Principado de Asturias allá por el año 1996,

“Intimamente conectado con preocupaciones existenciales, surgidas de personales vivencias, el recorrido de nuestro escultor ha venido mostrándosenos jalonado por diferentes fases-trabadas todas ellas-en las que la investigación plástica se ha centrado, configurando series, en significados nudos de atención. Así, la conciencia de la problemática ecológica...la deshumanización de las ciudades...la soledad y la incomunicación...”


Series todas ellas a las que se une de manera significativa, como no podía ser menos, el material con el que las aborda en una suerte de intertextualidad. El hierro, la piedra, la madera, el bronce, el papel o la fotografía se configuran como instrumentos eficaces para abordar un proyecto total, un intento de concluir su visión cosmogónica.

Este conjunto escultórico que nos presenta hoy, y que por su concepción adquiere tintes de instalación, en su formulación más perfecta nos habla de la afirmación de cada instante, de cada suceso tal y como es, en positivo. Una relación entre acciones, espacios e imágenes. Sin duda nuestro escultor apela al deseo de hallar un sentido y razón de ser a los acontecimientos en la línea que marcaran Borges o Elíade.
Estos autores literarios, que sin duda le han influido, me hacen pensar en el eterno retorno como aquello que se requiere para transformar el devenir. En esta circularidad se nos muestra Moisés tan cercano a Sísifo que duele sólo con pensar las escasas opciones con las que sus personajes pueden ejercitar su libertad, ahí están los seres anidados, absolutamente vencidos por su soledad circular. Los personajes de Moisés, deambulan por el espacio que ellos mismos generan y sobre el que no dejan rastro. Un cruzamiento de líneas y volúmenes sin pasado y sin futuro.
Existiendo su propio presente nos hacen cómplices del acontecimiento y es al contemplarlos cuando nosotros, administradores de la mirada que busca, provocamos la inmersión en el vacío existencial, en la pura materialidad del devenir, en el sin sentido de la acción que representan.


Para Moisés Gil al igual que para la tradición Moderna el pasado no puede hacerse responsable del presente. La rutina y la ausencia del sentido del tiempo no se pueden atribuir a un proceso lineal, evolutivo en el que la memoria determina la fisicidad de su obra. Moisés avanza saltando en pequeñas revoluciones sin memoria que le instalan de inmediato en el presente. En un lugar en donde converge lo que él denomina ‘el espacio inhabitable del hoy’.




Paco Benavent Enero de 2005